
A finales del Siglo XX, en Estados Unidos apareció, por primera vez, el término techo de cristal ("glass ceiling barriers", original en inglés). Por aquel entonces, el término versaba sobre los límites invisibles a los que se exponen las mujeres en el mundo laboral. Entre esos límites, destaca la dificultad de alcanzar niveles jerárquicos más altos en el mundo del negocio, sin tener en cuenta estudios, experiencia o logros.
Poco más de 30 años después, conocemos este término como ''la limitación velada del ascenso laboral de las mujeres al interior de las organizaciones. Un techo que limita sus carreras profesionales que, en muchas ocasiones, impide el progreso en su respectivo trabajo''. Unos límites invisibles porque no existen leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que impongan una limitación explícita en la carrera laboral a las mujeres.
A día de hoy, el techo de cristal es más visible si cabe que hace unas décadas. Sigue siendo noticia que el gobierno de Pedro Sánchez esté formado por más ministras que ministros, que una mujer, en este caso Ana Patricia Botín, sea Presidenta del Banco Santander o, por irreal que parezca, Soledad Gallego-Díaz Fajardo, directora electa del diario El País, sea la primera mujer en ocupar este cargo desde la fundación del periódico en 1976.
No obstante, el trabajo de una mujer, seguirá siendo infravalorado mientras existan techos de cristal o, por ende, no exista una equiparación salarial en una sociedad que avanza y, a la vez, retrocede con el paso del tiempo.